Que maravillosa promesa recibe la nación de Judá de que la presencia de Dios volvería a estar en medio de ellos después de que se fuera por causa del pecado de rebelión que es la desobediencia.
A raíz de esto el lugar que ocupaba la presencia de Dios fue reemplazada por espíritu de tormento como le sucedió a Saúl 1 Samuel 16:14 “El Espíritu de Jehová se apartó de Saúl, y le atormentaba un espíritu malo de parte de Jehová.”
De ahí que los cristianos deben entender de una vez por todas que la presencia del Espíritu Santo no se va de ninguna persona a menos que al igual que Judá se olviden del Señor y contaminen el lugar que Él ha escogido para habitar.
Ninguna persona consciente o no, nunca está del todo vacía. O está la presencia de Dios, en su luz admirable e inaccesible en la cual ningún hombre por sí mismo puede entrar; o habita en lugares tenebrosos.
La presencia de Dios es Jesucristo quien prometió estar todos los días hasta el fin del mundo — Mateo 28:20. Y la manera de poder hacerlo era enviando al Espíritu Santo. Del Espíritu Santo dice el apóstol Pablo en la segunda carta a los corintios que allí donde él está hay libertad. 2 Corintios 3:17 “Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.” Es decir, no hay tormento como le sucedió a Saúl.
Ahora Ezequiel dice que la presencia de Dios viene al lugar; a la porción que fue apartada, consagrada. Ezequiel 43:2 “y he aquí la gloria del Dios de Israel, que venía del oriente; y su sonido era como el sonido de muchas aguas, y la tierra resplandecía a causa de su gloria.”
La importancia de todo esto es que no volvió a todo lugar sino solamente al lugar que se le había consagrado, santificado ¡Aleluya!
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